El discurso de Pericles a los atenienses tal y
como lo recoge Tucidides, es una de las descripciones más vivas y
emocionantes de la democracia. Al leerlo nos damos cuenta de que
hace más de dos milenios ya había seres humanos luchando por las
ideas de Libertad, Justicia e Igualdad, pero sobre todo en esta
lucha participaba todo el pueblo. Era el verdadero demoscratos,
gobierno del pueblo.
Pero hay algo aún más profundo en el discurso
en honor de las victimas de la guerra, lo importante son las
personas, Atenas era grande por sus gentes, por el respeto entre
individuos, por el orgullo que cada uno de sus ciudadanos sentían,
no por ser atenienses, sino por lo que ello significaba, ser
individuos completos y activos. La grandeza de Atenas era que todo
ciudadano podía participar directamente en la adopción de las
decisiones públicas con sus opiniones y sus votos, lo que
potenciaba su identificación con los proyectos colectivos y el uso
de la razón como forma de discutir y enfrentarse a los problemas.
Esa forma de gobierno permitía a los atenienses considerarse auténticamente
iguales entre si y ser lideres y héroes en potencia, lo que les
impulsaba a tener un alto concepto de su propia dignidad y de su
importancia como individuos. Posiblemente debido a todo ello se
produjo en Atenas uno de los avances más espectaculares en la
historia de la humanidad, con aportaciones artísticas,
intelectuales y culturales auténticamente revolucionarias y cuya
influencia todavía hoy, casi 2500 años después, tienen un enorme
peso en nuestra manera de ver el mundo.
Tenemos
un régimen de gobierno que no envidia las leyes de otras ciudades,
sino que más somos ejemplo para otros que imitadores de los demás.
Su nombre es democracia, por no depender el gobierno de pocos, sino
de un número mayor; de acuerdo con nuestras leyes, cada cual está
en situación de igualdad de derechos en las disensiones
privadas.(...)
Y nos regimos liberalmente no sólo en lo relativo a los negocios públicos,
sino también en lo que se refiere a las sospechas recíprocas sobre
la vida diaria, no tomando a mal al prójimo que obre según su
gusto, ni poniendo rostros llenos de reproche, que no son un
castigo, pero si penosos de ver. Y al tiempo que no nos estorbamos
en las relaciones privadas, no infringimos la ley en los asuntos públicos,
más que nada por un temor respetuoso, ya que obedecemos a los que
en cada ocasión desempeñan las magistraturas y a las leyes, y de
entre ellas, sobre todo a las que están legisladas en beneficio de
los que sufren la injusticia, y a las que por su calidad de leyes no
escritas, traen una vergüenza manifiesta al que las incumple. Y
además nos hemos procurado muchos recreos del espíritu, pues
tenemos juegos y sacrificios anuales y hermosas casas particulares,
cosas cuyo disfrute diario aleja las preocupaciones; y a causa del
gran número de habitantes de la ciudad, entran en ella las riquezas
de toda la tierra, y así sucede que la utilidad que obtenemos de
los bienes que se producen en nuestro país no es menos real que la
que obtenemos de los demás pueblos.
En lo relativo a la guerra diferimos de nuestros enemigos en lo
siguiente: tenemos la ciudad abierta a todos y nunca impedimos a
nadie, expulsando a los extranjeros, que la visite o contemple pues
confiamos no tanto en los preparativos y estratagemas como en
nuestro vigor de alma en la acción.(...) por estos motivos y por
otros es aún nuestra ciudad digna de admiración.(...)
Pues amamos la belleza con poco gasto y la sabiduría sin relajación;
y utilizamos la riqueza como medio para la acción más que como
motivo de jactancia, y no es vergonzoso entre nosotros confesar la
pobreza, sino que lo es más el no huirla de hecho. Por otra parte,
nos preocupamos a la vez de los asuntos privados y de los públicos,
y gentes de diferentes oficios conocen suficientemente la cosa pública;
pues somos los únicos que consideramos no hombre pacifico, sino inútil,
al que nada participa en ella, y además, o nos formamos un juicio
propio o al menos estudiamos con exactitud los negocios públicos,
no considerando las palabras daño para la acción, sino mayor daño
el no enterarse previamente mediante la palabra antes de poner en
obra lo que es preciso. Pues tenemos también en alto grado esta
peculiaridad: ser los más audaces y reflexionar además sobre lo
que emprendemos; mientras que a los otros la ignorancia les da osadía,
y la reflexión, demora. Sería justo, por el contrario, considerar
como los de ánimo más esforzado a aquellos que mejor conocen las
cosas terribles y las agradables, y que no por ello rehuyen los
peligros. Y en cuanto a nobleza de conducta, diferimos de la mayoría
en que no adquirimos amigos recibiendo beneficios, sino haciéndolos.(...)
Y somos los únicos que sin poner reparos hacemos beneficios no
tanto por cálculo de la conveniencia como por la confianza que da
la libertad.
En resumen, afirmo que la ciudad entera es la escuela de Grecia, y
creo que cualquier ateniense puede lograr una personalidad completa
en los más distintos aspectos y dotada de la mayor flexibilidad, y
al mismo tiempo el encanto personal.(...) Fue por una ciudad así
por la que murieron éstos, considerando justo, con toda nobleza,
que no les fuera arrebatada, y por la que todos los que quedamos es
natural que queramos sufrir penalidades.
Por estas razones me he extendido en lo relativo a la ciudad, mostrándoos
que no luchamos por una cosa igual nosotros y los que no poseen a su
vez nada de esto, y demostrando con pruebas la verdad del elogio de aquellos
en cuyo honor hablo ahora. |
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